La máquina de matar cucarachas

Por Godofredo Fink.




Lenta pero frenéticamente. Moviendo todas sus patitas y abriendo sus espléndidas y frágiles alitas de tanto en tanto, la cucaracha roja camina por la pared de la cocina de mi humilde, aunque sólida, morada. Se la nota indecisa. Va de izquierda a derecha y de arriba abajo, sin rumbo. Perdida en la inmensidad de la pared despintada, del mundo, del universo. Su experiencia es trágica, dramática; está buscando su rumbo y oscila sin saber qué dirección tomar. Buscando una respuesta, un objetivo, algo. Algo que le dé sentido a su pequeña existencia. Microscópicos pensamientos ametrallan sin compasión a su microscópico cerebro. La cucaracha roja decide, tras un largo titubeo, avanzar rumbo sur. La observo marchar con paso firme hasta que se pierde detrás de la heladera.
- Qué mirás?- Me pregunta La Meche, mientras se balancea en la silla de atrás hacia delante.
- Nada...
- Cómo que nada? Hace por lo menos diez minutos que estás colgado así, mirando para adelante como un opa... te falta babearte... me hiciste acordar al cuento de Quiroga, el de los idiotas que descuartizan a la bebita... pero qué mirabas, porque no me vas a decir que no mirabas nada porque no te creo, loco, no te creo...
La cocaína en sí, no me disgusta. No tomo habitualmente, tuve algunas experiencias desagradables con ella, pero no me disgusta. Lo que me disgusta es el estado en el que sumerge a algunos adictos que conozco. La Meche toma con violencia, sin parar y con un estilo desagradable. No arme líneas sobre la mesa, solo golpea la bolsa con el culo del encendedor para deshacer las piedritas, coloca un pajita y sorbe con fuerza. Dos y dos: dos con la fosa izquierda y dos con la derecha. Y así hasta que no hay más y agarra otra bolsa y repite la operación. La nariz le pica, le quema, le babea y ella la toca con la punta de sus dedos, como acariciándola. Hace tiempo perdió la elegancia, aunque ella dice que nunca hizo un pete por merca ni zarpó a nadie. Siempre en sus interminables monólogos en donde salta de un tema al otro, mezclando historias cuando no simplemente inventándolas, encuentra un hueco para decir eso. Adoro a La Meche, pero no la soporto cuando está tan dura. La cuestión es que siempre está así de dura, no hay ocasión en la que se la vea menos enchufada. Su cuerpo habla por sí mismo: solo treinta y cinco kilos en treinta y ocho años. Dos ojos enormes, dos tetas chiquitas, un montón de pelo negro finito, muchos huesos y poca carne aferrándose a ellos.
- Nada..., estaba colgado pensando.- Dije como para frenar su catarata verbal que me venía salpicando de saliva espesa desde que había abierto la boca.
- Algo, escuchame bien, algo, estabas mirando... si no me querés contar es otra cosa.
- Pero no, boluda, está todo bien, no estaba mirando nada...
- A mí no me vengas con pelotudeces, Fink, vos estabas mirando algo y no me lo querés contar porque no sé... estás en boludo misterioso... me hacés acordar a mí ex marido que se fumaba un porro y se hacía el gato... como él había dejado de tomar, no quería que yo tome... andá, qué te hacés el monaguillo, pirá de acá – dice como refiriéndose a él y mirando hacia el baño- todos, boludo, y vos también, se hacen los sanos porque no toman y son flor de fisura... todos forros... yo a vos te quiero, vos sabés, por eso estoy acá y por eso estás acá y está todo re lindo y todo, vos no, a vos te quiero de corazón... pero los demás son todos caretas... te juntás con alguno que no toma y te mira como a un paquero... no, viejo, esto no es paco, esto es lo mejor que hay... y vienen con sus porritos orgánicos, todos hippies, todos putos... y te hacen sentir una mierda, un paquero fisurado de esos que salen con el cutter y te meten una punta por tres pesos, que te quieren vender las zapatillas que tienen puestas por dos mangos, las minitas que se dejan romper el culo por los transas y sus amigos para fumar esa mierda... nooo, yo nunca hice un pete por merca... y nunca zarpé a nadie, tampoco... yo mi vicio me lo pago yo y nadie me puede venir a decir que me vio en una agachada, loco, ni de pasamanos... vos me pedías veinte y yo te daba los veinte... ni un uñazo ni nada, los veinte mogras con balanza... vos te acordás cuando fuimos a ver a Los Redondos a Córdoba?
- Yo no fui a ver a Los Redondos a Córdoba... fui una sola vez con vos...
- Sí, a Córdoba fuimos, no te acordás, boludo?... vos estás peor que yo...
- No, yo fui a ver a Los Redondos con vos en el 93, en Huracán...
- No, pero bueno, no importa, estábamos en la carpa y vienen estos locos de Fuerte Apache a pegar onda, te acordás?
- Yo no estaba, Meche...
- Sí que estabas, vos estabas – Y me mira fijo con un gesto amenazador- Vos estabas y te quedaste en la carpa tomando vino con Tony el de la barra de Quilmes, o no?
- No...
- Si, pero no importa, es esa mierda que te quema las neuronas, la cuestión era que los de Fuerte Apache tenían una merca impresionante y yo estaba con Romina... y los locos tiraron la de enfiestarnos todos y tomar... y yo los saqué cagando, la otra puta arrastrada se enfiesto con los chabones estos y yo no... yo no me rebajo, entendés?, ni por merca ni por nada... y voy de frente y a morir... – Se quedó en silencio mirando la mesa un instante- che, me voy...
En la puerta, Meche me abraza y me dice que me quiere. Enciende un pucho, se aleja unos pasos, da media vuelta y vuelve hacia mí. Me mira a los ojos y dice:
- Qué estábas mirando hace un rato?
- Una cucaracha – Le contesto.
Sonríe, da media vuelta y cruza la calle en dirección de la avenida Mitre. La luna ilumina los pasos de sus all stars rojas en el principio de una noche que durará hasta mucho después de que el sol salga a patotear nuestras fotofóbicas almitas con su prepotencia.
Me siento a observar mi pared despintada y me aburro de tanta nada. Donde están las malditas cucarachas rojas cuando uno las necesita?, me pregunto. Meche dejó un resto de merca en una bolsita y con el índice derecho me lo refriego por los dientes y las encías de arriba. Tomo otro sorbo de Tía María casero (creado por las tensas, pequeñas y huesudas manitos de la adorable Meche) para calentar el espíritu y decido esperar a la próxima cucaracha para despanzurrarla de un zapatillazo. Soy una máquina asesina de cucarachas suelta en la noche, con la mano derecha cargada con una zapatilla vieja y la boca dormida. Soy un ángel vengador violento y belicoso, soy la ira de Dios desatada en la tierra. Luego de un rato en guardia, expectante ante el más leve movimiento, lo pienso mejor y depongo las armas lleno de vergüenza. Escribo en la pared despintada con un fibron indeleble: sos solo el reflejo distorsionado de una cucaracha roja detrás de una heladera, que no se te olvide. Todos somos pequeñas cucarachas rojas, pequeños insectos perdidos y dubitativos en busca de una heladera enorme que nos cobije, que nos contenga, que nos salve. Millones de cucarachas rojas disfrazadas de verdugos esperando nuestras oportunidad para pisotear a otras cucarachitas rojas en pos de algo que no sabemos muy bien qué es... héroes del whisky perdidos en el asfalto y los departamentos despintados, corrompidos por los años, los amores, los odios y la indiferencia. La duda es nuestro hogar en la tormenta de la existencia y los años pasan dejando huellas en nuestras desaforadas almas de piratas tuertos con aliento a alcohol rancio y tabaco de pipa. Nuestras canciones de cuna son rocanroles oscuros y llenos de recovecos fétidos, paridos por plumas desesperadas y urgentes que taladran nuestros cerebros y agudizan nuestras percepciones de todo lo que nos rodea.

Camino al bar le comenté que no dejé de pensar un minuto en cúanto

quisiera que el reflejo del claro de la luna me siga a lo largo de toda esta zanja;

es inevitable empaparse de salvajía con tanta tierra y alambrado al rededor.

-Conozca usted la voluptuosidad de explorar descaradamente la muerte y la maldad - sugerí cruzando las piernas, me miró con dureza y me ofreció un sorbo de tristeza vieja, de su propia botella - siempre vacía-

El verdadero hielo está acá , dijo apurando el trago y señaló su pecho primero con el dedo índice y agregó: misterioso, seductor, cautivante y doloroso, ahora golpeaba con el puño cerrado su tórax.

Dos melancólicos Crónicos emdriagándose de melancolía en un bar mugriento.

- El verdadero hielo está Acá nena, te digo, aprisionando tus pulmones y tu corazón...Qué daría yo porque viniese una mano tierna a rozar mi frente cual brisa primaveral!, algo chiquitito, minúsculo que me ablandase un poco- y la amargura de su media sonrisa me produjo una tristeza tan pero tan honda...

Apreté mis labios y le ofrecí un cigarro , -señor: tengo 20 años, y mis ojos también tienen 20 años.-

Era tarde, y no necesitabamos mayores explicaciones, además, ambos estabamos ya acostumbrados al abandono, no tuve más que estrechar su mano dura y curtida y buscar un taxi , ahí por Barracas, entregándome al claro de luna una vez más, a la pena infinita,

terrorífica y bella.

No te importa
si en tu funeral
nadie te llora al lado.
Peor es que vos
no llorés
en los funerales ajenos.
Esos
que alguna vez pensaste
que estaban lejos lejos.
Y de repemmmmmmmte,
¡pum!

De porqué odio revolver cartas viejas y encontrarme cosas que agigantan el hueco en mi caja toráxica infinitamente

Para Gimena mi nenita, la más hermosa, la que mas quiero.

Duerme hija mía
entre las ramas está dormido el viento
y en el nido de los pájaros pequeños
hasta en el valle, duermen los ecos.
Duerme, si al despertar no me encuentras,
yo te hablaré a lo lejos,
una aurora sin sol, vendrá a dejar entre los labios, mi invisible beso
Duerme, me llaman
Concilia el sueño,
yo formaré crepúsculos azules
para flotar en ellos
y así infundir en tu alma la tristeza más dulce de los cielos.
así, tu llanto, no será (no entiendo que dice acá)
Yo empaparé de aladas melodías, los sauces y los ceibos
enseñaré a los pájaros dormidos a repetir mis cantos paternos...
la niña duerme
duerme
duerme sonriéndo.

Eduardo Omar Salvador, 1991

El manteca polvo gol





me acuerdo
que en una época
te ponías las pilas


te bancabas como una reina
ñoquis con mi familia
rituales inevitables
fotos familiares
y anécdotas repetidas


todo valía la pena
para el mejor polvo dominguero
mientras de fondo un triste Araujo
gritaba los goles de Manteca Martinez
en el suplementario del segundo tiempo
y el sol dibujaba sus últimas horas
sobre el anden de Belgrano R.


¡la puta! .. ¡qué recuerdos!
los 90 eran la gloria
el olimpo del garchismo
los amores sin curitas


me acuerdo
que en esa época
te ponías las pilas
(como nadie)


y hoy
no te puedo traer a mis días
ni con el tren línea Mitre
ni con una buena paja
sufro la agonía
del identikit de tus piernas
de tu olor a rascacielos
sufro la idea
de cruzarnos en la calle
como fantasmas del aliento
de mi saliva que murió
...invisibles


ya no recuerdo nada
sólo las horas muertas
cronometradas hasta el hartazgo
entre domingo y domingo





 

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