Claro que tenés paisajes en los ojos, algo así como un océano. Y tal vez estás ahí, y la herida se abre de nuevo (vos la abrís, con tanta justicia). Pero hoy, acá en mi piecita, frente a la máquina, frente al sendero y tus huellas, presumo que había una sonrisa que hizo o no caso de esa abertura, y la lágrima fue algo más, otra cosa, eso que sabíamos en secreto. Que Dios estaba enfermo cuando él nació, que había muerto tanto tiempo antes, que ese tiempo es una sonrisa abierta, o una herida sonriente, que ahora los enfermos somos nosotros y nuestros paisajes amputados en el trazo de una vena, de un sendero, de una noche que recién amanece.
Mélan
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