¿Como te llamas? Dije espontáneamente. Sin haberme dado tiempo a pensar. Sin llegar a sentir vergüenza o timidez. La seguí mirando de forma insistente, mientras el rubor trepaba por mis mejillas. Como no respondió me quede callado para no incomodarla. Simplemente me quede sentado a su lado, ni muy cerca ni demasiado lejos. Apreciando la tibieza del atardecer, la frescura del cielo, y de la particular alegría de estar sentado a su lado.
Pasaron unos minutos y tome valor para insistir. - Me llamo Ángel, pero todos siempre me dicen Angelito. Como si todavía fuera un chico.- Inmediatamente me arrepentí de tal confesion. Fue un comentario bastante tonto.
Me propuse interrogarla nuevamente, pero la tierra empezó a temblar. Se abrieron grietas monstruosas de las que en un suspiro broto un gusano blanco, con mil dientes en espiral afilados como cuchillos, y piel escamosa impregnada de putrefacción. En un segundo engullo y mastico a mi compañera. Escupiendo luego los huesos descarnados a mi lado. Debajo de una de sus escamas broto un ojo de caracol. Con un globo ocular exageradamente grande, que giro hasta apuntar su viscosa pupila hacia mi cabeza. Se tomo un segundo y pronuncio con vos clara, suave y melodiosa. -Que tenga buenas tardes Señor.- Y así como vino se fue. Dejando tras de si una herida abierta en la superficie de esta tierra y de mi corazón,
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