Mónica es la hija mayor de La Porota, que era la mejor amiga de mi madre, sus hijas se llaman Mónica y Andrea, en “honor” a ella, y las otras se llaman, Agustina y Micaela; también tiene dos hijos varones, pero desconozco sus nombres.


Cuando tenía 7 o 9 años vivía prácticamente jugando en la casa de La Porota, en un cumpleaños de Andrea, la escuché a Mónica diciéndole a unas compañeras del colegio que no me pelearan, porque yo, pobrecita, no tenía mamá. Cegada por la vergüenza y la impotencia, me encerré en el gallinero a llorar de bronca.

En el verano del ´97 nos la pasábamos con la cara aplastada contra el alambrado jugando y coqueteando con los hijos de Martínez , a Mónica le gustaba Martín, y por la nochecita nos asomabamos al alambrado mientras se bañaban, ya que el baño era un galponzucho plantado en medio del patio, y nos abrumaba el olor a shampoo de manzana verde, Plusbelle de Manzanas verdes.

Horacio era el papá de La Porota, y por ende el abuelo de Mónica; siempre estaba borracho y con la cara muuuy roja. Mi abuela le cortaba el pelo por 4 pesos.

Don Horacio se ahorcó un día en la higuera del patio con un cable coaxil, Mónica lo vió, yo solamente alcancé a tocar y desatar el cable; esa tarde hicimos bizcochuelo de limón y corrimos las gallinas dando latigazos al aire con el cable que su abuelo había usado para ahoracarse, aparentemente porque se había quedado ciego y su vida era demasiado miserable.

Yo no las trataba muy bien que digamos a las hijas de La Porota, era bastante mandona y las corregía permanentemente , una vez, Agustina me pidió:

- Decile a tu agüela que nos dea un poquito de hielo-

- No se dice “agüela”, se dice a-b-u-e-l-a y no se dice “dea”, se dice: de.

- Dice mi mamá que losotros hablamo así

Pasaron los años y me mudé muchas veces, crecimos bastante, Micaela, la menor de 14 años, perdió un bebé y siempre que vuelvo a mi casa de madrugada, la veo en su bici golpeando la ventana.

Agustín, el marido de La Porota, es decir, el papá de Mónica y Agustina y Andrea y Micaela y los dos niños anónimos, le fue infiel a su mujer con una paraguaya que tranquilamente podría haber sido su hija, La Porota lo perdonó, a pesar de todo, yo lo considero un hombre noble.

El día que mi abuelo murió, corri a golpear las manos con histeria y la cara empapada de lágrimas y rojísima como la de Don Horacio en sus peores borracheras, espantado, me asistió sin vacilar y me llevó hasta el hospital en su camioneta destartalada mientras me desplomé sobre el tablero a gemir, dándole rodillazos a la guantera. El se limitaba a manejar en silencio, aunque muy pero muy rápido.

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