Estado del tiempo El intenso sentimiento de habitar en la era glaciar… ahora el calor de golpe, sonidos cálidos de los tambores lejanos… Mar del Plata en invierno: una foto de una nena rubia montada en un caballo… dos payasos grises con molotov y a los gritos… un enano con bigotes que grita que la misericordia es una puta sagrada… dos tipos que se pelean por un lugar en la fila de un banco de esperma… luces de neón que anuncian una película: visitando las ruinas de los grandes anfibios. Pingüinos, muchos pingüinos en patines con sus ray bans espejados y sus bufanditas rojas. Nieve, por supuesto, nieve y esas hamacas que te llevan temblequeando hasta la cima. Camionetas F-100s mutantes, gigantes, algunas de ellas con lenguas y garras y dientes y colmillos y mucha baba, litros de baba que chorrea de sus bocas/motores/capots inundando la ciudad… y la gente feliz, buceando en las babas de sus monstruos y no hay nada que ver allá abajo, eso ya pasó hace muchos años, ahora solo hay asfalto y autos estacionados… autos muertos… filas y filas y filas de autos muertos sobre la avenida Corrientes y el silencio que casi te asfixia mientras sale el sol por el bajo y los borrachos se duermen entre puteadas y eructos, y los gatos se lamen y se lamen y no saben más qué hacer con su felinidad… las persianas apagadas y las luces bajas y oxidadas… todos los perros asesinando a sus amos a la misma hora el mismo día el mismo año… una miríada de cuchillas desparramadas por el piso, agujas, agujas, agujas, alcohol, gasas, mertiolate, rifosilina, efedrina, trapax, clona, éter, morfina… luego las rocas y más allá el mar que da al otro lado, un mal rollo y los que se quedan, pobres. Una ráfaga de fuego amigo le amputa el dedo gordo a un viejo bastante parecido a Marx… alambres de púas, alambres de púas por todos lados, y un lugar de sequía y de arroyitos finitos que no alcanzan para nada… los animales se mueren, la cosecha no avanza, el banco apremia que se pague la cuota, y el cartel de remate y el éxodo a algún lugar remoto, idéntico al que dejaban… la carreteras comienzan a correr libres por el mundo… a quien quiera oír, el viejo de la esquina le canta unas cuarenta, a cualquiera, no le importa, porque es viejo y los viejos no tienen nada que perder… una ola que sube, un ritmo que me lleva y que me relaja y me tensiona y me da todo lo que necesito en este momento, un sonido que se apaga y una trompeta que aparece de la nada, un acorde de guitarra eléctrica y un beat reconocible y todo se acomoda y el sonido por fin, por fin, por fin, se convierte en música y el mundo es menos horrible… todo es supersónico, todo es de plástico y todo es brillante y berreta y aburrido, aburridísimo… todos los adultos del mundo jugando olimpiadas de adultos, eso lo vi yo, con mis propios ojos, no me lo contó nadie, señor, grita el viejo de la esquina… una fiesta de egresados de una escuela tercer Reich del centro… diez asesinatos por día, tres suicidios por minuto, miles de estadísticas pasando por delante tan rápido que no llego a leerlas todas… un traguito de veneno y otro de miel, un bocado de gusanos y un perfume de rosas y jazmines tan potente que te entra hasta por los ojos, y una lágrima y otra lágrima y otra… un camino oscuro entre torres de concreto, alguien que persigue, alguien que escapa, lo mismo de siempre… superando un intenso temblor, una chica se sienta en un cordón y enciende un cigarrillo. Sus ojos están tapiados por unos lentes de sol enormes, tiene una remera de fun people verde, llega un colectivo turquesa y a chica se sube y el colectivo arranca… el humo en la cara, el sol en la cabeza… y todo estaba muerto en esa casa, y él recién se enteraba ahora, que el sol estaba alto y ya no podía hacer nada, nada, nada, para cambiar los acontecimientos… fuego, fuego por los pasillos del subte, la gente corre y se aplasta y se pelean mientras el fuego los mata uno a uno, algunos asfixiados, algunos carbonizados: la puerta estaba cerrada. Un discurso suena por los altoparlantes de la ciudad ruina: todos y cada uno de ustedes llevan en su interior la obligación de amar y obedecer los designios de la empresa, por eso la implementación del nuevo chip de obediencia comienza hoy –aplausos, ovación, gritos- así que vuelvan a sus casas, el equipo de la departamental de su zona pasará en el transcurso del día… buenos ciudadanos hacen buenas ciudades… ahora todo luz, y el sonido del tren corriendo por las vías… la boca pastosa, los pensamientos lentos, la desesperación en cuenta regresiva… los tigres bajan de la colina, los pájaros negros (esos pájaros negros) gritan con voz ronca y un dejo de histeria, los lobos comen sapos y revientan de tristeza, un oso canta tangos en una esquina por monedas, la gente lo escupe y dice: qué tierno el osito, mirá cómo se deja escupir, y el oso junta angustia en su lata de monedas, y llora por las noches y gasta todo en carilinas y porro malo que no le pega y le da dolor de cabeza… algunos, cansados de todo esto, ya empezaron el éxodo y se apachurran en la frontera haciendo fila con su numerito azul en la mano, otros tantos han ganado el mar con sus botecitos de plástico y fibra de vidrio pegado con plasticola de color, son los nuevos reyes del océano, llegarán a algún lugar lejano, mientras el oso, los pájaros negros, los tigres y todos los demás (salvo los lobos que revientan de tristeza) siguen comiendo mierda procesada y regurgitada por súper mamá Chef y refrita en los grandes hornos de súper papá cuota fija… y otra vez los colores, que me daban más miedo antes que ahora, pero que siguen dejándome exhausto a la hora de los postres… y así pasa el blanco, el negro, el blanco, el blanco, el negro, todos, uno atrás del otro… y así porque sí, todo vuelve a correr, como el agua y la sangre y como los días y las noches y los granitos de arena en un reloj de arena... uff… creo que deberíamos tener antenas incorporadas, somos bichos feos y mal diseñados… si los perros no lloran, por qué deberíamos hacerlo nosotros? Escucho los pasos en la vereda, es el afilador que viene a cobrar por un trabajo, pero yo no tengo plata, no le puedo pagar, así que, está dicho, debo asesinarlo. Lo haré gustoso, y pretenderé que el acto contenga el mínimo de demencia necesaria para ser considerado una belleza. Estamos todos locos, peor que eso, estamos todos hasta el cuello de mierda y, aunque nos hagamos los boludos, lo sabemos. O lo sabemos por épocas y después lo olvidamos. Shhh… creo que descubrí un secreto: todos necesitamos una… no, mejor no lo digo, mejor me guardo el secreto y que los demás revienten. Sí, revienten, revienten hijos de puta, que por culpa suya el oso ese de mierda no para de llorar. Un pensamiento como una escena de un western: - Morderás el polvo al amanecer, hijo, no creas que escaparás. - Así son las cosas, Sheriff, cuando uno es un forastero. Y John Wayne desenfunda y se escuchan tres tiros; el Sheriff cae. La gente sale del bar y se arremolina junto al cadáver. Luego de un minuto de silencio, la gente que levanta al viejo John en andas y lo pasean por el pueblo y los títulos en letras blancas y alargadas llegan junto a una feliz musiquita country. Es todo mentira, pero pareciera ser del todo verdad. Un final feliz de vez en cuando no viene nada mal. Todo se desvanece y lo único que queda es el culo de la botella. Cerveza amarga y caliente. El tiempo que pasa y los ruidos que no se apagan. Hay alguien llorando en la pieza de al lado. Si no para en cinco segundos, tendré que tomar cartas en el asunto. Le voy a decir que pare, que me está volviendo loco, que no me deja concentrarme en nada, que se deje de joder, que nada es tan terrible y que todo tiene solución menos la muerte y todas esas cosas que todo el mundo dice. Voy a recibirme de buen tipo y voy a intentar escuchar su historia y ser amable y considerado. Darle unas palmaditas en la espalda, quedarme un rato a su lado. Le voy a preparar un fernet y a decirle con aires de tipo de mundo: es preferible sentirse mal a no sentir nada en absoluto, o no? Y espero que se lo tome a bien, que me mire a los ojos sabiendo que todo ese discursito es una puta mentira pero que es lo mejor que puedo hacer en ese momento. Y va a dejar de lado su tristeza y va a sacar un cuchillo enorme y lo va a clavar en mi viejo y mentiroso abdomen para que caiga, me desangre y muera, mientras suena el teléfono y gotea la canilla del baño. Quizá el gato entre por la ventana y se acerque para pasar su áspera lengua por alguno de mis dedos muertos. Quizá maúlle, quizá me extrañe y siga pensando en mí de vez en cuando. Quizá lo visite en sueños y le preguntaré por algunas personas. Él solo querrá que lo acaricie y le saque las pulgas.

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